Introducción al budismo – Parte 1

En esta enseñanza de Drupon Khenpo sobre la introducción al budismo nos muestra el camino a la liberación y la sabiduría que Buda nos transmite al comprobar que todos los fenómenos provienen de causas y que podemos transformar nuestras vidas.

Esta sencilla pero profunda enseñanza nos revela una clave para poder aspirar a tener una vida pacífica, armoniosa y con libertad. En esta introducción, exploramos cómo el sufrimiento surge de nuestros propios hábitos mentales y emociones.

De igual forma nos muestra cómo el karma perpetúa el ciclo de insatisfacción y cómo podemos liberarnos con serenidad mediante la disciplina ética, la meditación y la sabiduría. Cuando aprendemos a ver la vida en su realidad última comprendemos que tenemos la posibilidad de cambio y transformación profunda.

En esta enseñanza Dupon Khempo nos ofrece una perspectiva fresca y cercana de una de las verdades más fundamentales del budismo: poder mirar con profundidad, vivir con consciencia y descubrir la sabiduría de la paz que encontramos en cada instante.

Puntos clave

 

  • Todas las experiencias surgen de causas; comprender esto es la clave para la liberación.

  • Las causas del sufrimiento son el karma y las emociones aflictivas.

  • La libertad se alcanza mediante los antídotos: la disciplina ética, la meditación y la sabiduría.

  • La sabiduría surge de la comprensión tanto de la verdad relativa (causa y efecto) como de la verdad última (la vacuidad).

  • La meditación aquieta la mente, pero la sabiduría desarraiga su confusión.

  • La disciplina ética nos ayuda a dejar de seguir a las emociones aflictivas y a comenzar a transformarlas.

  • El reconocimiento de la impermanencia, el sufrimiento y la ausencia de un yo sustancial da lugar a la paz auténtica.

Comprender las causas del sufrimiento del samsara

El Buda dijo:

 

«Todos los fenómenos surgen de causas, y estas causas son las que ha explicado el Victorioso».

 

Es una afirmación sencilla, contiene  esencia misma de su enseñanza. Cuando hablamos de todos los fenómenos se refiere al samsara, el ciclo de las existencias. Tanto el lugar como los habitantes, tanto el mundo como los seres, todo ello surge a partir de causas, luego continúa y dice “…estas causas son las que ha explicado el Victorioso”.

 

Cuando comprendemos la interdependencia del samsara, dejamos de ver la vida como algo que nos sucede y comenzamos a reconocer cómo nuestros pensamientos, emociones y acciones se entrelazan para crear nuestra realidad. Vemos esta relación interdependiente de las causas y los resultados, las causas y sus efectos.

 

A partir de las emociones aflictivas que agregamos karma, entonces experimentamos el sufrimiento y todo esto tiene una relación con la causa y el efecto, que al mismo tiempo cuando nos fijamos en el sufrimiento nos provoca más emociones aflictivas y esto hace que agreguemos más karma y esto hace que se acentúe el ciclo del sufrimiento del samsara, por lo tanto vemos como esta es la causa del sufrimiento del samsara.

 

Todo lo que pensamos, decimos y hacemos deja una huella. Esas huellas se llaman karma. Nuestras emociones —ira, apego, celos, orgullo, ignorancia— dan origen a esas acciones. Nuestras emociones siembran las semillas de nuestras experiencias.

La Rueda del Samsara

El budismo llama a este proceso continuo samsara, el ciclo de la existencia, lo cual es un ciclo de muchos nacimientos, de numerosas vidas. Pues este cuerpo que tenemos ahora, es el resultado de la vida anterior, esa vida fué el resultado de la anterior y así sucesivamente.

 

Si queremos localizar la causa de cada vida anterior, veríamos que las emociones aflictivas surgen a partir de mirar el cuerpo y los agregados de la vida pasada, podemos analizar las causas de los distintos elementos, que acumulan este karma y no podríamos llegar a encontrar una primera causa, pues el samsara no tendría principio.

 

Cuando surgen emociones negativas, actuamos bajo su influencia y estas acciones crean karma.

 

El karma genera resultados, que luego experimentamos como alegría o sufrimiento. Al comprender esto, el Buda describió la vida como una gran rueda que gira sin cesar hasta que aprendemos a interrumpir su movimiento.

No hay principio, pero sí un final

Lo mismo cuando miramos hacia delante, buscando el final del sufrimiento para saber cuándo terminaría, miramos el presente y vemos como debido a las emociones aflictivas hemos acumulado karma, esto se va perpetuando porque continuamos mirando los agregados de esta vida presente y de la próxima vida. 

 

El cuerpo que vamos a tomar en la próxima vida, debido al apego o las emociones de esta vida presente, el samsara no tiene un verdadero comienzo. Pero sí tiene un final.

 

Mientras nuestras emociones surjan sin control, seguirán generando karma. Ese karma conduce a nuevas experiencias y nuevas emociones; puede ser un ciclo sin fin. 

 

Entonces mientras no apliquemos un antídoto para erradicar las emociones aflictivas no hay manera de que podamos abandonar el sufrimiento de una manera natural o espontánea. Para poder abandonar el sufrimiento del samsara necesitamos aplicar el antídoto para erradicar las emociones aflictivas.

 

¿Cuál es ese antídoto?

 

Si en general tenemos un hábito muy arraigado de las emociones aflictivas, es como si estuviéramos acostumbrados a ello y estás surgen sin esfuerzo alguno. El deseo, el orgullo, los celos, la rabia o el enfado, todo esto surge de una manera natural, no tenemos que esforzarnos para que surja. Debido al flujo continuo de la mente, cualquier hábito que hayamos cultivado surge sin esfuerzo. 

La raíz de todo

Cuando profundizamos, descubrimos que todas las emociones negativas —sin importar su forma o naturaleza— brotan de una misma raíz: la ignorancia.

 

La raíz de todas estas emociones aflictivas es la ignorancia del apego a la fijación a un yo. 

 

De la ignorancia nace la emoción, de la emoción el karma y del karma el sufrimiento, esa es la rueda del samsara. Pero el Buda no se limitó a describir el problema. Ofreció un camino para transformarlo: un conjunto de remedios que sanan directamente la raíz del sufrimiento.

 

Entonces vemos que si queremos suprimir el sufrimiento, tenemos que abandonar el karma y si queremos abandonar el karma necesitamos abandonar las emociones aflictivas. Es debido a la ignorancia a la fijación de un yo que surgen las emociones aflictivas y el karma. 

 

Estos tres (fijación a un yo, emociones aflictivas y karma) son un ciclo de causa y efecto del sufrimiento, es el ciclo como una rueda que gira, la rueda del samsara.

El Antídoto: Los Tres Entrenamientos

Para erradicar esta ignorancia de la fijación a un yo, necesitaríamos aplicar el antídoto de la sabiduría del no yo.

 

La enseñanza del Buda resume el camino de liberación:

 

“no cometas ni una sola acción negativa, 

cultiva en abundancia la virtud 

y disciplina por completo tu propia mente”

 

El Buda dió esta enseñanza para erradicar las tres causas, este breve verso contiene todo el camino de transformación, conocido como los Tres Entrenamientos:

 

  1. Disciplina ética (Śīla): “no cometas ni una sola acción negativa”.

  2. Concentración meditativa (Samādhi):  “cultiva en abundancia la virtud”.

  3. Sabiduría (Prajñā): “disciplina por completo tu propia mente”.

 

Necesitamos referirnos a los tres adiestramientos como el antídoto para las emociones aflictivas. Entonces la sabiduría que necesitamos realizar es la sabiduría de la naturaleza última de los fenómenos.

 

En resumen esta enseñanza hace referencia a los tres adiestramientos de la disciplina ética, la concentración meditativa y la sabiduría. Es importante reconocer que una mera comprensión intelectual basada en la escucha, el estudio y la comprensión no va poder erradicar directamente la ilusión de un yo.

1. Disciplina Ética: Revelarnos ante las emociones aflictivas

La fijación a un yo es algo que tenemos muy arraigado en la profundidad de nuestra mente, está muy arraigado a nosotros. Por esta razón es necesario aplicarnos a la meditación o al adiestramiento de la concentración meditativa. 

 

Sin embargo tampoco podemos aplicarnos al adiestramiento de la concentración meditativa si no nos aplicamos a la disciplina ética.

 

La disciplina ética es la base sobre la cuál podemos generar la concentración meditativa. 

 

Los tres adiestramientos están apoyándose mutuamente, pero entonces cómo practicamos para que estos tres adiestramientos surjan en nuestra mente, cómo adiestrar nuestra mente en estos tres. 

 

Porque el objetivo es generar la sabiduría que realiza la naturaleza última de todo y también la sabiduría de la realidad relativa.

 

Por lo tanto, si hay dos tipos de sabiduría (relativa y última), también hay dos tipos de ignorancia. La primera ignorancia es de la realidad relativa con respecto a desconocer la ley de causa y efecto. Después estaría la ignorancia con respecto a la realidad última del desconocimiento de la vacuidad.

 

La disciplina ética abandona las emociones aflictivas de un modo correcto, esto es darse cuenta de las desventajas y el carácter defectuoso de las emociones aflictivas. La disciplina ética no se trata de obedecer reglas ni de intentar ser “buenos”. Se trata de liberarnos y dejar de ser esclavos de nuestras emociones.

 

La disciplina ética es capaz de contemplar las emociones aflictivas como la causa del sufrimiento y por lo tanto poner un remedio hacia ello. Es revelamos las emociones aflictivas, pues ahora somos sus sirvientes, hacemos todo lo que nos dicen las emociones aflictivas.

 

Normalmente, obedecemos a la emoción que grita más fuerte. La ira dice: “¡Reacciona!”, y reaccionamos. El deseo dice: “¡Lo quiero!”, y lo perseguimos. 

 

La disciplina ética consiste en una revolución hacia las emociones

 

Es el contemplar a las emociones como el enemigo, porque nos damos cuenta que es debido a las emociones aflictivas que estamos experimentando todo tipo de sufrimientos en el samsara desde un tiempo sin principio.

 

Esto sería la visión correcta, por eso es que se dice que la disciplina ética es la que abandona las emociones aflictivas de un modo correcto. Ahora nuestro cuerpo, nuestras acciones físicas, nuestras palabras y nuestra mente están al servicio de las emociones aflictivas. Somos meros sirvientes de estas emociones, como si fueran nuestras amigas y nuestras compañeras íntimas, hacemos todo lo que quieren, estamos a su servicio.

 

La disciplina ética abre la puerta a la meditación. Una vez que nuestras acciones se calman, nuestra mente se aquieta. Primero, si no reconocemos el sufrimiento, no vamos a reconocer tampoco la naturaleza de las emociones aflictivas, después podremos reconocer la ley de causa y efecto de la realidad relativa.

 

Esto permite que no entremos en la trampa de la dualidad y  generemos una ecuanimidad por medio de la cual no nos apegamos a la felicidad ni rechazamos el sufrimiento en esta vida. Vamos a poder contemplar los riesgos de apegarnos a la felicidad y rechazar el sufrimiento. 

 

El sufrimiento nos ofrece muchas oportunidades para poder crecer en el camino espiritual y contemplar sus bondades. Nos ayuda a cultivar la paciencia y la tolerancia hacia las circunstancias adversas, esto también permite que nuestra disciplina ética sea auténtica y pura.

2. Concentración Meditativa: Encontrar la Ecuanimidad

Cuando erradicamos estas dos ignorancias, la ignorancia de lo relativo y la ignorancia de lo último, entonces se generaría las dos sabidurías: la sabiduría de lo relativo (reconocer la ley de causa y efecto) y la sabiduría de lo último (reconocer la vacuidad). 

 

Sin embargo cuando nos referimos a reconocer la vacuidad (la sabiduría de la realidad última), sólo puede surgir este reconocimiento a partir de la meditación.

 

Esta sabiduría va surgir a partir de la concentración meditativa shiné o la meditación de la calma mental. Cuando nos aplicamos a esta concentración meditativa de la calma mental, es entonces que de la base surge el reconocimiento de la vacuidad. La sabiduría que surge de la meditación sería la realización de la naturaleza última, esto es lo que llamamos lhaktong o visión superior.

 

La ecuanimidad es generar un desapego a la dualidad de la felicidad y sufrimiento, es lo que nos permite adiestrarnos en la concentración meditativa. La meditación, o samadhi, consiste en encontrar el equilibrio entre claridad y paz. Generalmente, nuestra mente oscila entre dos extremos: la apatía y la agitación. La ecuanimidad va a facilitar la concentración meditativa, al encontrar el equilibrio entre la lucidez y la estabilidad mental.

 

Mientras permanecemos en este estado de concentración no surgen las emociones aflictivas, sin embargo no vamos a poder erradicar directamente estas emociones aflictivas porque no se erradica la causa, la semilla o la raíz de estas emociones aflictivas. Se dice que aplasta temporalmente la cabeza de las emociones aflictivas, pero no erradica su semilla.

3. Sabiduría: Ver las cosas como realmente son

Mientras no erradiquemos las semillas de las emociones aflictivas, surgirán de nuevo cuando se reúnan las condiciones adecuadas. Para erradicar las semillas de las emociones aflictivas necesitamos generar la sabiduría del no yo, o la sabiduría que realiza la realidad última de los fenómenos.

 

Existen dos tipos de sabiduría:

  • La sabiduría de la realidad relativa, que comprende la ley de causa y efecto.

  • La sabiduría de la realidad última, que reconoce que todas las cosas carecen de un yo permanente.

Para poder generar esta sabiduría que realiza la realidad última, necesitamos también apoyarnos de la escucha y de la reflexión, sin esto no podríamos generar la sabiduría que realiza la naturaleza última. Vasubhandu explica el camino gradual de las enseñanzas budistas, decía que en primer lugar necesitamos permanecer en la disciplina ética para mantener la escucha, contemplación y la reflexión, junto con esto necesitamos también cultivar la meditación.


“Dotarse de una disciplina ética en la escucha y la contemplación, además de adiestrarse completamente en la meditación”.


Para desarrollar la sabiduría, comenzamos con el estudio y la reflexión: escuchar las enseñanzas, reflexionar profundamente sobre ellas y razonar sobre su significado. Pero la verdadera sabiduría no proviene sólo del pensamiento; surge de la experiencia directa en la meditación.


Cuando la mente está tranquila y clara, comienza a ver que todo —pensamientos, emociones, incluso el «yo»— surge y se disuelve, dependiendo de causas y condiciones. No hay un «yo» sólido al que aferrarse. Lo que llamamos «yo» es un flujo de momentos.


Esta comprensión es liberadora. Una vez que vemos que el yo al que nos aferramos no existe realmente como lo imaginamos, toda la estructura del miedo y el deseo comienza a desmoronarse. Esta es la sabiduría del no-yo, el antídoto directo contra la ignorancia.

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